Muchos regímenes dictatoriales han provocado lo mismo a través de la historia: provocan el éxodo masivo de una gran parte de la población, la más desconforme, con el fin de afincarse en el poder.
Entre los últimos que han hecho esto están los esbirros de Castro en Cuba y la banda que sostiene a Lukashenko en Bielorrusia.
Es lo que hace ahora el régimen chavista. La gran mayoría de los exiliados están ahora tratando de acostumbrarse a esto. Ya la unidad, siempre frágil, se pulverizó y entre muchos hay resignación o sencillamente desconcierto.
La cuestión es si queremos conformarnos con ser como los cubanos de Florida o queremos seguir luchando para que el chavismo se resquebraje. Si queremos lo segundo tenemos que aprender de los errores de los cubanos de Florida y de otros movimientos en el exilio.
Tenemos que ver más allá de nuestros intereses. Si analizamos bien lo que pasa en Venezuela, veremos que esto no se puede sostener sin la ayuda de fuerzas antidemocráticas en Cuba y en Rusia.
Si queremos que la dictadura caiga en Venezuela, debemos descubrir las relaciones con los regímenes cubano y ruso, debemos hacer que estas sean cada vez más transparentes y debemos forzar un debate constante en esos países y en todos los países que alberguen embajadas de ellos.
Si queremos que Venezuela sea libre en nuestra vida debemos comenzar ya a decir porqué no queremos que nos traten como otra Siria. Si realemente deseamos que Venezuela tenga futuro debemos comenzar ya a poner a todos a pensar, incluyendo a todos los que están en Venezuela, a todos los que crean comida, los que limpian, los que construyen, los que tienen algo que ver con los que oprimen, con los amigos de los que oprimen, con todos sus familiares.
Si queremos que Venezuela sea una nación pluralista en desarrollo debemos comenzar ya a poner en claro que este éxodo se va a revertir mucho más temprano de lo que los criminales que aun gobiernan Venezuela creen posible.